2008/01/18

The Pogues, o nunca es tarde si la dicha es buena ...


En la pasada Aste Nagusia de Bilbo me acerqué a Zorrozaurre para disfrutar del concierto de The Pogues.
En la vida hay un momento para cada cosa. Pero hay veces que uno no está en el sitio adecuado en el momento apropiado. Yo siempre había querido disfrutar de una final del Athletic (y mejor, un título) antes de tener 30 años. Pero pasaron los 30 y no hubo ni título ni final. Entonces, llega el momento de la adaptación, y el día que llegue esa final, me adaptaré, y la disfrutaré igual o más que si tuviera 20 años. Con The Pogues me pasó algo parecido. Era como un sueño que por fin se cumplía. Soy fiel seguidor de sus trabajos desde que tenía 15 años. Es decir, su música me ha acompañado durante más de la mitad de mi vida. Había tenido distintas oportunidades de verlos en directo, pero siempre, por una razón u otra, me había quedado sin oírlos en vivo. Para fiestas de Bilbo estaba anunciado ese día otro tío, no recuerdo si Chayanne o Ricky Martin. En fin. Como que me daba igual. Y de repente, a última hora, se cae del cartel y traen a The Pogues. Me dije: "de este año no pasa". Y, después del partido de presentación del Athletic en San Mamés, bajamos a la Ribera de Deusto. La actuación del grupo telonero, del que no recuerdo su nombre, fue una mera escenificación del cumplimiento de las formas. Allí estábamos todos a lo mismo. Cuando aparecieron Shane McGowan y los suyos las pulsaciones empezaron a subir, y fue todo como dejarse arrastrar por la resaca del mar para que nos llevaran donde quisieran. La sintonía entre los músicos y el público fue total. Todos estábamos entregados. Daba igual que Shane estuviera totalmente alcoholizado, de forma que no podía casi vocalizar las letras, ni seguir las canciones. Su grupo ya se encargaba de buscarle y encontrarle para las entradas y finales de cada estrofa. El concierto subía de intensidad según sonaba cada canción, y acabó pletórico, con unos músicos tanto o más implicados que el propio público.
Fueron un regalo para mi. Una deuda pendiente que pude saldar conmigo mismo.

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